24 d’abril del 2007

Entrevista publicada l’1 d’octubre de 1975 a la revista “Destino” (segona part)

Rumor de un homenaje

- Semanas atrás corrió el rumor de que se organizaría un recital – homenaje a Lluís Llach, entregándote los beneficios del mismo para paliar la falta de ingresos que tienes en estos momentos. ¿Cuál es tu postura frente a esta decisión?

- Ante todo, me sorprende lo que dices: es la primera noticia que tengo. El que unos compañeros se solidaricen es algo que agradezco; tenía ya su solidaridad a través de un cambio de palabras, unas líneas o incluso un simple gesto cuando nos encontramos. Para mi, eso ya basta.

- ¿Aceptarías que se te entregasen los ingresos del recital?

- Mira, la prohibición me produce un indudable trastorno económico, pero no voy a decir que necesite de colectas públicas. En cualquier caso no quiero elucubrar ahora sobre si aceptaría o no, porque estamos hablando de situaciones hipotéticas y no quiero establecer una hipótesis sobre otra.

- ¿Piensas que, en cierto modo, puedas ser el primer afectado en una posible “caza de brujas” sobre la “cançó”?

- Si fuera yo la bruja escogida sería cuestión de manifestar públicamente que no pienso abandonar mi escoba, para así no generar falsas esperanzas.

- Hay quien piensa en la “cançó” que una prohibición, por su efecto provocativo, tiene a veces mayor poder agresivo que la propia “cançó”…

- Bueno, es nuestra pretensión utilizar la “cançó” como instrumento para constatar unas realidades cotidianas; es cierto que la prohibición da una razón más a nuestra postura, y no sólo eso, sino que la revaloriza.

Solución y evolución

- ¿Para cuándo ves las perspectivas de que se arregle esta vez tu situación?

- A mi entender, mi situación debe evolucionar, en buena lógica, según lo hagan las circunstancias políticas. Imprevisible.

- Creo que en el contenido de tu obra hay una terrible carga metafórica en la mayor parte de los textos, de forma que a veces bajo un aparente planteamiento de canción de amor se encierra una canción política. ¿Es así Lluís Llach realmente, o son las necesidades que impone el escribir dentro de las normas de un juego?

- No se me ha dado ocasión de escoger. En todo caso, no me molesta que el público de diferentes interpretaciones a una misma canción; lo que sí me preocupa en realidad, y trabajo en ello, es en la fijación de los límites de esta interpretación. De todas formas, es evidente que en este país todos somos grandes maestros en la interpretación y lectura de las líneas escondidas.

- En tu penúltimo álbum, que titulaste “I si canto trist…”, dejabas entrever un estado anímico de tristeza que en tu nuevo disco, “Viatge a Ítaca”, pareces dominar. Ya no hay aquellos ritmos vivos ni los planteamientos alegres de “Jo sé”, “Irene” y otras. ¿Realmente ha cambiado tu estado de ánimo?

- Desde mi subjetivismo, digo que no. Creo que cada etapa de mi vida artística ha producido lo que en aquel momento me ha salido, y que si bien tiempo atrás me inspiré en ritmos sudamericanos, ahora puede que casi no lo haga. Esta evolución y cambio hacia melodías más densas puede producir la sensación de tristeza; pero ¿y los textos? ¿Es triste “Ítaca”, un intento de canto al optimismo vital? ¿Lo es “A força de nits”? Claro que comienzo diciendo “A força de nits m’estimo la vida”. La primera impresión que puede producir es de tristeza, pero luego digo “a força de nits invento les albes”. Hay un canto a la esperanza como en muchas otras canciones. No hay que olvidar, por otra parte, que parto de unas circunstancias que me rodean y que, desde luego, no pueden provocar directamente un estado de alegría. Sin embargo, la presencia de la esperanza y el optimismo está muy presente en mi obra actual.